Ahora que el ex presidente Alberto Fujimori parece estar tratando de recuperar el espacio político perdido a través de la candidatura de su hija Keiko, muchos candidatos han echado mano a colgajos de ajo macho y sábilas enanas en sus llaveros, pues es bien sabida su tendencia por las artes oscuras, entuertos brujeriles que le dicen. ¿Que no? Sólo recordemos a la bruja Salomé, aquella nonagenaria que lo acompañaba en sus audiencias y contra la que fiscales y procuradores colocaban vasos con agua debajo de los escritorios para conjurar eventuales hechizos.