¿Cómo es ser un voluntario para el ensayo de la vacuna contra la covid-19?

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“Mi único miedo es que no funcione”. Eso dice Ezequiel Boetti, uno de los argentinos que se prestó para probar la eficacia de una de las vacunas más avanzadas contra el coronavirus, en un momento en el que los científicos buscan con urgencia la participación de miles de voluntarios con la esperanza de frenar la pandemia.

Después de haber experimentado con una velocidad inédita con animales (etapa preclínica) y luego con algunos cientos de personas para descartar posibles efectos secundarios graves, siete potenciales vacunos llegaron a una etapa clave: probarlas con 30,000 o más individuos en zonas donde el virus circula muy activamente, como América.

Tanto Ezequiel, de 33 años, como Pedro Valdez-Rivera, de 28 y residente en Nueva York, una de las zonas del mundo más devastadas por la covid-19, aseguran que su principal motivación al unirse a esa legión es contribuir para frenar una pandemia que ya ha causado más de 825.000 muertes en todo el mundo.

La esperanza de los voluntarios

“Creo que ser voluntario en este esfuerzo es importante porque me permitirá conocer de primera mano si la vacuna es efectiva y, de ser así, voy a poder ayudar a miles de millones de personas a combatir esta pandemia en el futuro cercano”, dice a Efe Pedro Valdez-Rivera, de ascendencia dominicano-puertorriqueña, al explicar cómo entró en los ensayos.

Pedro, desde Nueva York, y Ezequiel, en Buenos Aires, una vez decididos, pasaron casi por lo mismo. Lo primero es inscribirse en una base de datos o comunicarse con uno de los centros de investigación que acoge los ensayos de las vacunas para expresar el interés de participar.

Luego son contactados para conocer datos generales de su estado de salud y establecer si son elegibles.

Como los dos eran aptos para participar, fueron citados para otra valoración, una sesión informativa y, finalmente, la aplicación de una primera dosis, antes de lo cual se les entregó una copia del llamado “consentimiento informado”, un documento que contiene la explicación de la vacuna, la duración, riesgos y beneficios, entre otros.

“Una proporción de voluntarios recibe la vacuna y otra un placebo, es decir un producto que no tiene ningún efecto, para al final comparar los dos grupos y concluir si la vacuna protegió efectivamente a los participantes que la recibieron”, explica a Efe la colombiana Angélica Cifuentes Kottkamp, especialista del hospital neoyorquino NYU Langone, que acoge ensayos de dos de las vacunas más avanzadas (Pfizer y AstraZeneca).

A Ezequiel se le aplicó la primera dosis el pasado 14 de agosto en el Hospital Militar de la capital argentina y recibirá la segunda el 4 de septiembre.

“La primera de las dos dosis la recibí en el brazo izquierdo, que es el opuesto al brazo hábil, por el posible efecto de dolor o hinchazón”, cuenta el joven, quien asegura que en realidad apenas sintió un adormecimiento.

Como otros 4.500 voluntarios argentinos de la vacuna de Pfizer, este periodista no sabe si recibió la vacuna o el placebo (en este caso una solución salina), tampoco el médico, ni los coordinadores de lo investigación lo saben, para evitar sesgos.

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