Hasta este momento ya son 100,169 personas que han perdido sus viviendas a causa de las lluvias, huaicos y deslizamientos desde diciembre de 2016 hasta la fecha. Así lo informa el último reporte del Instituto Nacional de Defensa Civil – Indeci actualizado al 19 de marzo.
Las Impactantes imágenes de la tragedia climática que a diario estamos apreciando con espanto y con dolor en todos los informativos televisivos de nuestra red local, parecen formar parte una funesta película que se repite de tiempo en tiempo en el Perú. Y es verdad, tragedias con las mismas características llenas de desbordes de ríos y aludes de barro, rocas y palos rebasando cultivos y arrastrando consigo casas, animales y personas son el azote que enluta, aterra y atrasa a nuestro país en ritmos cíclicos que despiertan indignación e impotencia.
Las torrenciales lluvias están dejando un saldo de 75 fallecidos, 263 heridos y 20 desaparecidos. Además de 627,048 personas que fueron afectadas por la temporada de lluvias. El mayor impacto se registra en Lambayeque con 41,237 damnificados y 93,486 afectados y Piura con 18,996 damnificados y 225,492 afectados hasta el momento. Hay 10,642 viviendas colapsadas, 12,126 inhabitables y 134,290 afectadas. Además, se ha reportado 25 instituciones educativas colapsadas y 1,099 que presentan algún daño por las lluvias. Respecto a carreteras, 1,909 kilómetros están destruidas por los desastres naturales y al menos 274 puentes, entre vehiculares y peatonales, registran algún daño.
Las lluvias imparables, huaicos apocalípticos y desbordes de ríos furiosos traen gran dolor y devastación a nuestro país, pero también la confirmación de que ninguna instancia de gobierno está preparada para anticipar y minimizar los efectos de un evento natural que se produce invariablemente desde hace siglos en nuestro territorio: el Fenómeno El Niño.
A lo largo de décadas, los trabajos del Estado se centraron en desplegar agentes para ejecutar labores de rescate en las zonas afectadas, entregar mayor presupuesto para la reconstrucción de las ciudades e, invariablemente, considerar la declaratoria de emergencia de estas zonas golpeadas. Todo esto ya se repitió en el mandato de Pedro Pablo Kuczynski, quien, en los últimos días, reconoció que somos vulnerables por la clamorosa falta de prevención.
“Esto ocurre cada unos cuantos años. Luego, uno se olvida y regresa 20 años después. Debemos recordar y hacer las obras que necesitaremos en 10 o 15 años” Fueron palabras textuales de PPK con su particular tono cándido y ausente. Lo que se necesita y se exige al gobierno actual es que se comprometa desde ya a invertir seria y responsablemente en un plan nacional de contra desastres naturales. Un procedimiento que no se dedique a limpiar el barro seco dejado por los huaicos, sino en desarrollar obras de ingeniería en los lugares más afectados dónde el fenómeno El Niño nos golpea cíclica y constantemente.
Los desastres nos muestran la alta vulnerabilidad que tenemos y las cosas que no se hicieron bien, pero vemos que no hay lecciones aprendidas. Es necesario emprender la gestión de riesgo como un proceso y no como una actividad centrada en la coyuntura del desastre. Hay que atender la emergencia, aliviar el sufrimiento, reconstruir, pero también analizar qué estuvo mal y qué se tiene corregir.
Diferentes gobiernos se durmieron en su laureles y ahora todo el país sufre las mismas desgracias ocurridas de manera espaciada pero continua dese la década del 80 por el Fenómeno El Niño. Entre 1997 y 1998, el Niño golpeó con rudeza al país. Al menos 23 regiones fueron afectadas con lluvias que incluso duraron 10 días en el norte del país. En ese entonces, Piura fue la región más perjudicada, con 120 mil damnificados, mientras que en La Libertad, 72,306 ciudadanos quedaron en similar situación, al igual que 71,756 personas de Lambayeque. En estas regiones norteñas, los ríos se desbordaron, inundaron calles y avenidas, y aislaron poblados enteros. No hubo trabajos preventivos luego del evento ocurrido entre 1982 y 1983, que afectó a 16 regiones del país. En cuanto a Lima, se registró un terrible desborde del río Huaycoloro que afectó a miles de familias. Las aguas furiosas inundaron Piedra Liza, Zárate y Campoy (en San Juan de Lurigancho), parte del Rímac y la entrada al Cercado, donde el caudal quedó a 80 metros de Palacio de Gobierno. Más de 15 mil viviendas fueron inundadas y centenares de ciudadanos quedaron damnificados. Paradojas de la naturaleza, ese mismo hecho se repitió con exactitud natural hace pocos días y también causó terribles daños.
Concluyendo, todo esto se debe a la lentitud en los manejos por parte del Estado y de los gobiernos que lo administran. No se trata de un problema económico porque los gobiernos tienen dinero. El actual, por ejemplo, tiene muchos recursos. Se trata de un asunto político, de falta de decisión y de capacidad técnica y profesional de los gobernantes. Y sobre todo de ausencia de interés y de amor por el Perú. Hasta mañana mis amigos de Primera.