El café peruano se ha consolidado como una de las principales exportaciones agrícolas del país, representando el 0.2% del Producto Bruto Interno (PBI) y posicionando a Perú en el mapa internacional como exportador de café orgánico de alta calidad.
Sin embargo, detrás de esta imagen de éxito global se esconde una realidad compleja: cerca del 60% de los caficultores peruanos trabajan de manera informal, lo que afecta la estabilidad económica y la sostenibilidad del sector.

Una industria de contrastes
Mientras que el café peruano goza de reconocimiento en mercados premium gracias a certificaciones de comercio justo y sostenibilidad, gran parte de la cadena productiva opera en la informalidad. Con más de 2 millones de empleos directos e indirectos generados por la actividad cafetalera, la informalidad repercute no solo en la calidad de vida de miles de familias, sino también en la capacidad de los productores para acceder a financiamiento y mercados justos.
La falta de formalización —documentada en estudios sectoriales del Ministerio de la Producción (Produce)— expone a los trabajadores del campo a la volatilidad de precios y a condiciones laborales precarias. “La caficultura es el motor económico de muchas familias, pero el quintal de café se vende muy por debajo de su valor real, haciendo inviable un sustento digno”, afirma Johanna Paternina, caficultora de Quillabamba y fundadora de la organización Asurimak. Su testimonio es un reflejo de la necesidad urgente de políticas públicas que impulsen la formalización y fortalezcan el acceso al financiamiento.
Fluctuaciones en la producción y factores externos
La industria cafetalera ha mostrado una marcada vulnerabilidad frente a factores externos. Entre 2019 y 2023, la producción de café en Perú experimentó importantes variaciones, con una caída del 23.1% en 2022 seguida de una modesta recuperación del 6.5% en 2023. Estas oscilaciones evidencian el impacto del cambio climático y de otros determinantes externos en una producción que depende en gran medida de condiciones climáticas específicas y de infraestructuras de apoyo poco robustas.
El efecto del cambio climático —con eventos atmosféricos extremos y alteraciones en los patrones de lluvia— amenaza directamente la productividad de los cultivos. Ante este panorama, la falta de capacitación técnica y de acceso a tecnologías modernas agrava aún más la situación, dejando a los pequeños productores en una posición de desventaja frente a las grandes explotaciones productoras que, en algunos casos, ya han logrado incorporarse a circuits de comercialización más estructurados.
El papel del consumo interno y la necesidad de internarse en la cadena de valor
A pesar de estas dificultades, el café peruano sigue siendo un bien de alta demanda en el exterior, sin embargo, en el mercado interno la situación es muy distinta. Se estima que el consumo per cápita en Perú apenas alcanza los 1.4 kilogramos al año, muy por debajo de países como Colombia y Brasil. Muchos expertos coinciden en que fomentar el consumo local y educar a la población sobre la calidad y el valor agregado de nuestros cafés podría contribuir a mejorar la cadena de valor interna.
Este desafío de consolidar una cultura de consumo robusta en el mercado local es vital para que los productores puedan negociar precios más justos y reinvertir en capacitación y modernización de sus cultivos. Si bien las certificaciones internacionales han abierto puertas a mercados premium, solo un porcentaje limitado de pequeños productores ha logrado acceder a estos beneficios debido a la carencia de información y recursos necesarios para cumplir con esos estándares.
Un llamado a la acción: compromiso interinstitucional y social
El futuro de la caficultura peruana depende de la creación de un compromiso conjunto entre el Estado, el sector privado y las comunidades productoras. El Plan Nacional de Acción del Café Peruano (2018-2030) establece estrategias ambiciosas para mejorar la competitividad, pero su implementación ha sido lenta. Si bien fortalecer el acceso a financiamiento y promover una mayor capacitación técnica son pasos esenciales, también resulta crítico impulsar políticas que incentiven la formalización laboral.
Establecer sistemas de información y redes de capacitación que permitan a los caficultores aprender mejores prácticas de cultivo y acceder a tecnología de punta podría generar un impacto positivo en la productividad y en la calidad de vida de quienes trabajan en este sector. Además, la promoción del consumo interno no solo favorecería la economía familiar de miles de productores, sino que también consolidaría al café peruano como un producto de excelencia consumido y valorado en su propio país.
El café peruano es un orgullo nacional y un motor potente de la economía, sin embargo, la informalidad que afecta al 60% de sus productores y la vulnerabilidad ante factores externos amenazan con socavar una industria con tanto potencial. Para garantizar un futuro sostenible, es imperativo que las autoridades y todos los actores involucrados—empresas, cooperativas y productores—se unan para superar estos desafíos estructurales. Solo a través de un compromiso serio y de políticas públicas sólidas se podrá transformar la informalidad en formalidad, mejorar la capacitación técnica, y asegurar que el café peruano siga siendo un pilar económico y social robusto en el país.
La paradoja de un sector que brilla en el escenario internacional, pero que a nivel local enfrenta barreras significativas que deben ser superadas para lograr una transformación real y duradera.