El origen de la fascinación de Trump por la realeza británica

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Una mezcla de influencias familiares, cálculo mediático y búsqueda de estatus, según testimonios y documentos.

Antecedentes: una impronta infantil y el peso materno

Trump ha dicho que, con seis años, siguió por televisión la coronación de Isabel II junto a su madre, Mary Anne MacLeod, escocesa y devota de la monarquía. En The Art of the Deal atribuyó a ella su “sentido del espectáculo” y el interés por la pompa. Esa fijación reapareció, ya como presidente, cuando regresó al castillo de Windsor; entonces comentó a Piers Morgan que imaginó a su madre presenciando la escena.

Episodios en su carrera: del rumor inmobiliario a Mar-a-Lago

Durante los años 80, tabloides de Nueva York publicaron que Carlos y Diana buscaban un departamento en Trump Tower; el Palacio de Buckingham lo desmintió después, y exvoceros como Dickie Arbiter señalaron que la realeza suele ignorar ese tipo de especulaciones.
En la década de 1990, el urbanista Wes Blackman —quien trabajó con Trump— recuerda que el empresario buscó asociar Mar-a-Lago con figuras reales, incluso sugiriendo a Diana como posible miembro y ofreciendo una membresía gratuita al entonces príncipe de Gales; la respuesta fue una carta declinando y sugiriendo una donación benéfica.
Analistas como Kristen Meinzer apuntan que Trump intentó dotar a sus negocios de aura aristocrática —por ejemplo, usando heráldica histórica de la propiedad— para proyectar estatus.

Visitas y agenda 2025: ceremonia y cálculo diplomático

Trump es, hasta la fecha, el único presidente estadounidense invitado a dos visitas de Estado al Reino Unido (2019 y 2025). La invitación actual —entregada por el primer ministro Keir Starmer en el Despacho Oval a nombre del rey Carlos III— se interpretó como una apelación a su gusto por el ceremonial en un momento en que Londres busca concesiones comerciales. Su retorno a Windsor reactivó el debate sobre el valor simbólico de estos actos en la relación bilateral.

Voces y testimonios

  • Fiona Hill, exasesora de Seguridad Nacional, escribió que conocer a Isabel II fue para Trump una “señal definitiva” de éxito personal durante su primer mandato.
  • Peter Harris, politólogo, sostiene que la monarquía le otorga a Trump aceptación y legitimidad en la alta sociedad, además de exposición mediática.
  • Dickie Arbiter recuerda que la Casa Real mantiene el principio de “no explicar, no quejarse” ante comentarios públicos, y que recibirá a cualquier líder con protocolo neutral.

Controversias públicas

La relación de Trump con figuras reales también registró episodios polémicos. En entrevistas de los años 90 habló de Diana de Gales en términos personales; en 2012 responsabilizó a Kate, hoy princesa de Gales, por fotos tomadas sin autorización; y ha calificado a Meghan Markle con términos despectivos, mientras ella lo ha criticado políticamente. Ninguno de estos antecedentes ha alterado el protocolo de las visitas, según Arbiter.

Datos y cronología útiles

  • 1953: coronación de Isabel II vista por Trump en Nueva York, influencia materna.
  • 1980s–1990s: rumores de intereses inmobiliarios de la realeza; promoción de Mar-a-Lago vinculada a símbolos reales.
  • 2018: visita de trabajo y primera recepción en Windsor.
  • 2019: primera visita de Estado al Reino Unido.
  • 2025: segunda visita de Estado; Starmer entrega la invitación del rey en la Casa Blanca.

Implicancias

El uso del boato como herramienta de proyección personal y política ayuda a explicar por qué los gestos reales conservan para Trump un valor simbólico y mediático. Para el Reino Unido, la hospitalidad ceremonial funciona como palanca diplomática en un contexto de negociación comercial y reposicionamiento internacional.

Próximos pasos

La agenda de la visita de Estado incluye actos protocolares en Windsor y encuentros oficiales. No se han difundido términos concretos sobre eventuales acuerdos económicos, que dependerán de las conversaciones entre ambos gobiernos.

Panorama

El interés de Trump por la familia real británica se sostiene en una raíz biográfica —la devoción materna por la monarquía— y en una estrategia de marca personal que asocia estatus y visibilidad. Ese cruce entre historia familiar y cálculo público explica la centralidad del ceremonial en su relación con el Reino Unido.

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