Cuánto más te ejercitas, menos energías consumes

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PÁG. 14-2 EJERCICIOSDurante un verano de 2010, en Tanzania, Herman Ponzer tuvo la oportunidad de convivir con los Hadza, uno de los últimos pueblos de cazadores recolectores de África. Allí, este investigador de la Universidad de la Ciudad de Nueva York estudió el gasto energético de estas personas que caminan durante kilómetros a diario y emplean su cuerpo en todo tipo de trabajos cotidianos. Ponzer pidió a un grupo de 30 hombres y mujeres Hadza que bebiesen una pequeña cantidad de agua con isótopos pesados de hidrógeno y oxígeno. Con estos átomos trucados vigilados durante dos semanas en las muestras de orina de los voluntarios fue posible calcular su gasto de energía.

El sentido común diría que estos individuos, mucho más activos que los sedentarios occidentales, deberían emplear más energía. Sin embargo, los resultados del estudio indicaban que la diferencia no existía. De alguna manera, los organismos de los Hadza se habían adaptado a su estilo de vida y habían encontrado un equilibrio energético parecido a los de las poblaciones urbanitas. Como explica Ponzer, “estudios en mujeres sanas han mostrado una supresión de la actividad de los ovarios y menor producción de estrógenos como respuesta a la práctica de ejercicio moderado”. Y lo mismo sucede con el gasto dedicado al sistema inmune.

INTERESANTE FENÓMENO

Para tratar de comprender este fenómeno, Ponzer y su equipo siguieron durante una semana a 300 hombres y mujeres midiendo sus niveles de ejercicio y su dieta y observó que la asociación entre la actividad física y el gasto energético estaba fuertemente relacionada al principio. Sin embargo, a partir de cierta cantidad de ejercicio, el consumo de energía se estancaba y para conseguir quemar una pequeña cantidad de calorías era necesaria una gran cantidad de ejercicio. Además, observaron que cuanto mayor fuese el porcentaje de grasa corporal de los individuos mayor energía gastaban.

Esta capacidad del cuerpo humano para adaptarse a sus circunstancias también se ha observado en otros seres vivos. Algunos mamíferos en estado salvaje, sometidos a mayores presiones y a una necesidad superior de actividad física, tienen gastos totales de energía similares a sus congéneres en cautividad.

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