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Siete borreguitos es una de las calles del centro histórico de la ciudad de Cusco que tienen como denominador común llamarse Siete.
La palabra siete es una de las favoritas de Cusco. Varias calles ubicadas en el centro histórico de la ciudad imperial tienen como denominador común ese nombre y eso causa la curiosidad en los pobladores locales y los turistas que a diario arriban y recorren sus calles. ¿Qué motivo llamar a estas calles con ese nombre? Conozcamos sus historias y características.
El antropólogo Rossano Calvo Calvo, catedrático de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (Unsaac), afirmó a la Agencia Andina que hace tres décadas lograron identificarlas, conocer sobre estas arterias y desde entonces se han vuelto sorprendentes y populares.
“Dentro de su estructura y nomenclatura urbana los nombres de sus calles y espacios públicos tienen un contenido histórico que están relacionados al devenir del desarrollo de esta ciudad legendaria, remonta sus fundaciones más prominentes”, mencionó.
“Estas calles están relacionadas dentro de un ámbito urbano más popular, más allá de la plaza de armas, de las plazas tradicionales, de ahí que los nombres han adquirido particularidad relacionada a elementos mitológicos, por ejemplo, angelitos y diablitos”, explicó.
¿Qué calles se llaman siete?
Se trata de las calles “Siete Ventanas”, “Siete Borreguitos, “Siete Culebras”, “Siete Cuartones, “Siete Mascarones”, “Siete Angelitos” y “Siete Diablitos”, ubicadas dentro de una urbanización con restos inca, colonial, republicano y contemporáneo.
En el pequeño libro “El Origen de las Calles del Cusco” de Ángel Carreño, la calle “Siete Angelitos” señala que está en el Barrio de San Blas, T’oko Cachi o agujero de sal en español “en el alero del tejado de la segunda casa hay siete figuras de angelitos los cuales fueron pintados por orden de San Blas de Bobadilla, propietario de la citada casa”. Este vecino fue reconocido por hacer lujosos descansos para la procesión durante el Corpus Christi.
La calle “Siete Diablitos” también está en San Blas, aquí versa, en la tradición oral, la tentación que tenían las parejitas de enamorados por el diablo. La estreches de la arteria y la oscuridad de tiempos atrás servía para parejas que mantenían su amor en secreto y algo más. La calle no está maldecida, por el contrario, luce esplendida.
“Siete Ventanas” está entre las calles Ruinas y Recoleta, a unas dos cuadras de la plaza de armas y según Ángel Carreño “antes de la destrucción del convento de San Agustín hubo tras el sagrario una casa de estudios de ese convento la cual tenía cuatro ventanas”, por entonces contradictorio, sin embargo, en la actualidad hay casonas con cuatro ventanas grandes y tres pequeñas.
La calle “Siete Culebras”, conecta a la plaza Nazarenas con la calle Choquechaca, está entre el templo San Antonio Abad y el Monasterio de Las Nazarenas, a una cuadra de la plaza de armas. Su antiguo nombre habría sido Amaru Qh’ata, lugar de las 14 serpientes exornadas, siete en cada lado de los muros de piedras inca.
“Siete Borreguitos” es quizá la calle más visitada por la ornamentación que vecinos empoderaron para visitantes que recorren el centro histórico y el tradicional barrio de San Cristóbal. Rossano Calvo explica que aquí concurrirían mujeres a lavar ropa seguido de sus borreguitos, aunque también señalan que hubo un vecino con tal cantidad de los animales.
La calle “Siete Cuartones” está entre la calle Saphy, el templo de Santa Teresa y el colegio Educandas, a una cuadra de la plaza mayor “debe su nombre a siete largueros de piedra en forma de cuartones alineados de trecho en trecho sobre el río Saphy y junto al puente de cal y canto que mandó a construir Don Diego de Vargas y Carbajal al costado de la ‘ventana de las peticiones’”, sostiene Ángel Carreño.
Por último, “Siete Mascarones” que es la única calle que está fuera del centro histórico de Cusco, pero en el centro histórico del distrito de Santiago que en la antigüedad fue un silencioso pasaje entre la calle Almudena y la Parroquia de Santiago, Carreño cita al autor de “Anuarium Cuschensis” y señala “ allí vivió un fundidor español apellidado Mascareñas, cuyos seis hijos le ayudaban en moldear y fundir piezas de bronce convexas, con cariátides llamadas ‘carones’, las que eran destinadas para las puertas de las iglesias”.
Calvo Calvo explica que el nombre asignado a las calles probablemente proviene por la injerencia de la iglesia católica “el número siete es un número difundido en la colonia porque también se difundía el catolicismo y todos sus mitos, el número siete está muy graficado en relatos de la biblia por ejemplo los 7 días de la creación, los 7 pecados capitales, los 7 Ángeles”
No obstante, sostiene que la gente de la época usó elementos los clasificó con la mitología, vivencias populares o historicistas “lo cierto es que ha coincidido con el patrón del número 7”, agrega.
Poner en valor las calles
El nombre de las siete calles, al estar dentro del centro histórico declarado Patrimonio Cultural de la Nación y de la Humanidad por la Unesco, es un bien a preservar y revalorar, según el antropólogo algunas sufrieron alteraciones, pero eso no debe cambiar los nombres “es un patrimonio, un patrón mítico popular, con un proceso histórico”, destaca.
Circuito turístico
Las calles que llevan por nombre “siete” en la actualidad generan curiosidad en los visitantes, sin embargo, regularmente funciona como un circuito; empero, buscará ser en el futuro un espacio más a descubrir como parte de un city tour, para ello será importante el colocado de placas que la destaquen, o al menos un QR, como en ciudades patrimonio, que ofrece información y peculiaridades, finaliza el catedrático.