De Chiclayo a la crítica política: Hildebrandt afirma que Robert Prevost no simpatiza con Dina Boluarte

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La recién proclamada elección de Pope León XIV –antes conocido como el cardenal Robert Prevost– ha generado una ola de reacciones tanto en el escenario internacional como en el ámbito político peruano.

Mientras desde Palacio de Gobierno Dina Boluarte trata de sumar legitimidad a su gestión al arrimarse simbólicamente a la figura del nuevo Santo Padre, el periodista César Hildebrandt advierte que esa simpatía es, en el fondo, inexistente.

Una proximidad aspiracional, pero distante en convicciones

En su columna, Hildebrandt no dudó en afirmar:

«No hay duda de que Robert Prevost no siente simpatía alguna por Dina Boluarte.»

Para el veterano cronista, el acercamiento de la presidenta a la figura del Papa es más una estrategia política que un vínculo genuino. Boluarte, quien ha sido fuertemente cuestionada por presuntas violaciones a los derechos humanos y una crisis de legitimidad, se ve obligada a buscar en símbolos de autoridad moral una respuesta a sus críticas. Sin embargo, para el ahora Papa León XIV, la historia y sus convicciones no pueden silenciar las demandas de justicia y empatía que su trayectoria siempre ha proclamado.

El legado de un pontificado comprometido con los marginados

Recordando hechos del pasado, Hildebrandt hace hincapié en que el actual pontífice ya dejó claras sus posiciones al demandar, en su día, a Alberto Fujimori para que pidiera perdón por las muertes en Barrios Altos y La Cantuta. Esa postura, junto a sus constantes declaraciones en contra de la represión y el abandono a los sectores más vulnerables, lo posiciona en clara oposición frente a la política de un gobierno que, en el siglo XXI, se enfrenta a crecientes reclamos sociales.

El nuevo Papa, oriundo de Chiclayo y con un marcado compromiso con la realidad peruana, encarna ese espíritu del pasado en el que la Iglesia debía estar al lado de los olvidados. Hildebrandt subraya que la elección del nombre «León XIV» no es fortuita; al evocar a León XIII, el pontífice reivindica una tradición de denuncia contra la desigualdad, la usura y la explotación, en sintonía con la encíclica Rerum Novarum de 1891.

Un simbolismo que rechaza el convenir con el poder

Según Hildebrandt, el Papa León XIV representa una ruptura con el continuismo clerical y se erige como la voz profética que la Iglesia debería volver a encarnar. Para el periodista, el rechazo de Prevost hacia figuras como Dina Boluarte es el reflejo de su compromiso ético y social, un compromiso que no puede ser cooptado por un gobierno acusado de «asesinatos impunes» y de prácticas ajenas a la dignidad humana.

El contraste es evidente: mientras Boluarte celebra con entusiasmo la figura de un papa de raíces peruanas en un intento de recoger legitimidad, el nuevo pontífice –en palabras de Hildebrandt– se mantiene firme en su postura crítica frente a las élites y al poder que oprime a los marginados. En ese sentido, el Papa no solo asume la dirección espiritual de la Iglesia Católica, sino también el reto de clamar a favor de la justicia social, una tarea que su predecesor apenas pudo comenzar.

La dicotomía que plantea César Hildebrandt abre la puerta a una reflexión más amplia sobre el papel de la Iglesia en la política y en la sociedad actual. Lejos de ser un mero símbolo de unidad nacional, el Papa León XIV se perfila como una figura que, al igual que León XIII en su época, invita a repensar el vínculo entre fe y justicia. Para Hildebrandt, ese compromiso inquebrantable y la negativa a cooptarse por intereses políticos son la prueba de que Robert Prevost –hoy Papa León XIV– no siente simpatía alguna por el actual régimen encabezado por Dina Boluarte, sino que defiende una visión pastoral que clama por empatía, dignidad y cambio.

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