Cómo China utilizó a Apple y a otras multinacionales para alcanzar el liderazgo tecnológico global

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La combinación de política industrial, transferencia de capacidades y el atractivo de un mercado gigantesco permitió a Pekín pasar de ser la “fábrica barata” del mundo a un competidor directo de Estados Unidos en innovación.

En las últimas dos décadas, China transformó su rol en la economía global. Lo que comenzó como una estrategia de producción barata para multinacionales occidentales —con Apple a la cabeza— terminó convirtiéndose en un motor que catapultó al país asiático hacia el liderazgo tecnológico. La decisión de trasladar la manufactura a suelo chino, que en su momento parecía una jugada pragmática de las grandes corporaciones, se convirtió en un arma de doble filo: Pekín aprovechó ese flujo de capital, conocimiento y procesos para impulsar sus propios gigantes industriales y tecnológicos.

Antecedentes: de fábrica barata a centro de innovación

El traslado de la cadena de producción de Apple a China a inicios de los 2000 coincidió con el auge de las zonas económicas especiales y la política de “apertura controlada” que buscaba atraer inversión extranjera. Según el libro Apple in China de Patrick McGee, más del 90% de los dispositivos de la compañía de Cupertino se fabricaron en territorio chino durante dos décadas.

Ese proceso no fue casual: el Estado chino impuso condiciones específicas a las multinacionales. Las plantas debían formar parte de ecosistemas industriales locales, usar proveedores chinos y transferir conocimientos a ingenieros nacionales. Con ello, el país dejó de ser un simple receptor de capital y se convirtió en un socio activo en la creación de capacidades productivas y tecnológicas.

Voces y análisis

Kyle Chan, Universidad de Princeton: “La llegada de Apple, Intel, Volkswagen y Samsung fue aprovechada como una especie de curso intensivo de industrialización. China no solo ofrecía mano de obra barata, exigía a cambio capacitación y transferencia de know-how”.

Han Shen Lin, The Asia Group: “El centro de gravedad tecnológico ya no está únicamente en Silicon Valley. China ofrece escala, rapidez y una feroz competencia interna que moldea compañías con capacidad de competir a nivel global”.

Patrick McGee, ex Financial Times: “La sofisticación en los procesos de Apple financió y entrenó a fabricantes locales, que poco a poco reemplazaron a proveedores extranjeros en insumos clave, desde pantallas hasta chips”.

El caso Apple: transferencia de conocimiento y sustitución de proveedores

Apple simboliza esta relación simbiótica. Al depender casi por completo de la cadena de suministro china, la compañía se benefició de costos laborales muy bajos —operarios que ganaban entre 1 y 2 dólares la hora— y de una red de proveedores capaz de producir millones de unidades con rapidez.

Pero, al mismo tiempo, los fabricantes chinos que participaban en esa cadena desarrollaron capacidades críticas. Primero fabricaron componentes básicos (carcasas, pantallas), luego avanzaron hacia módulos más sofisticados (cámaras, procesadores) y finalmente comenzaron a innovar por cuenta propia. Ese proceso allanó el camino para la consolidación de empresas como Huawei, Xiaomi y BYD, hoy referentes globales en telefonía, energía y automoción.

Competencia en Inteligencia Artificial: el caso DeepSeek

El terreno más reciente de esta rivalidad es la Inteligencia Artificial. Tras el lanzamiento de GPT-3 por OpenAI en 2020, parecía que EE.UU. dominaba la carrera. Sin embargo, en 2025 China sorprendió con DeepSeek, un modelo de lenguaje de alto rendimiento desarrollado con una fracción del presupuesto de sus competidores estadounidenses y entrenado con chips de menor potencia debido a las restricciones de exportación impuestas por Washington.

Donald Trump calificó el hecho como “una llamada de atención” para la industria norteamericana. DeepSeek no solo demostró la capacidad de innovar bajo presión, sino que consolidó el uso de IA “patriótica” como símbolo de resistencia frente a las limitaciones externas.

Las restricciones y su efecto bumerán

Desde 2019, Estados Unidos ha endurecido las sanciones contra empresas chinas. Huawei fue uno de los principales objetivos, al ser acusada de espionaje y robo de propiedad intelectual. Privada del sistema Android, la firma desarrolló su propio sistema operativo y chips internos, acelerando la independencia tecnológica de Pekín.

Algo similar ocurre en el campo de los semiconductores. Las restricciones a la exportación de chips H100 y H20 de Nvidia han obligado a China a invertir masivamente en investigación y a impulsar su propia industria de circuitos integrados. Para expertos como Chan, estas medidas son “efectivas en el corto plazo”, pero a largo plazo pueden empujar a China a lograr una autosuficiencia completa, un escenario que cambiaría radicalmente el equilibrio de poder tecnológico.

Ventajas estructurales de China

Más allá de la transferencia inicial de capacidades, el país asiático cuenta con fortalezas propias:

  • Política industrial sostenida: mientras Occidente depende de las dinámicas del mercado, Pekín invierte de manera constante en sectores estratégicos aunque no generen ganancias inmediatas.
  • Escala poblacional: con 1.400 millones de habitantes, China puede probar nuevas tecnologías a gran velocidad y recopilar volúmenes de datos que alimentan la innovación.
  • Competencia interna: provincias y gobiernos locales apoyan a sus propias empresas, creando un “torneo” nacional que obliga a las compañías a mejorar y abaratar sus productos antes de salir al mercado global.
  • Integración cotidiana: en ciudades como Shanghái, el pago sin efectivo, la logística basada en IA y la movilidad eléctrica son ya parte de la vida diaria, un contraste con la fragmentación regulatoria de otros países.

Escenarios futuros

La rivalidad tecnológica entre EE.UU. y China se proyecta como uno de los ejes centrales del orden internacional en las próximas décadas. Tres factores definirán la trayectoria:

  1. Semiconductores avanzados: si China logra independencia en este campo, la brecha con EE.UU. se estrechará aún más.
  2. Normas y estándares globales: Pekín busca influir en organismos multilaterales para fijar las reglas de juego en IA, 6G y ciberseguridad.
  3. Sur Global como campo de expansión: mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta, China ofrece infraestructura y tecnología a países en desarrollo, asegurando mercados y aliados políticos.

Panorama

El camino de China de “fábrica mundial” a potencia innovadora no se entiende sin la colaboración inicial de empresas como Apple. Sin embargo, Pekín supo convertir esa dependencia en aprendizaje estratégico y en un trampolín para el liderazgo global. Mientras Estados Unidos conserva ventajas en investigación básica y semiconductores de vanguardia, China avanza con una velocidad difícil de igualar. El desenlace de esta competencia definirá no solo el futuro de la tecnología, sino también el equilibrio político y económico del siglo XXI.

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