¿Cuánta sal es demasiada? Evidencia, desacuerdos y el “punto óptimo” del sodio

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La OMS recomienda menos de 2 g de sodio (≈5 g de sal) al día, pero parte de la literatura reciente sostiene que un consumo muy bajo también podría asociarse a riesgos. ¿Qué dicen hoy los datos y qué dudas persisten?

Lima, 8 de setiembre de 2025.— La discusión sobre la sal enfrenta dos posturas con amplio eco público: por un lado, el consenso sanitario que vincula el exceso de sodio con hipertensión y eventos cardiovasculares; por otro, estudios observacionales que describen una curva en “J”, según la cual tanto niveles muy altos como muy bajos se asociarían con mayor riesgo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja limitar el sodio a <2.000 mg diarios (≈1 cucharadita de sal), mientras que en Estados Unidos las Guías Alimentarias 2020-2025 fijan un máximo general de 2.300 mg. La evidencia reciente refuerza que reducir una dieta alta en sodio disminuye la presión arterial, pero el umbral inferior “seguro” y su aplicabilidad a toda la población continúan en debate.

Contexto y qué medimos cuando hablamos de “sal”

La mayor parte del sodio que consumimos no proviene del salero, sino de productos procesados y preparados (panes, fiambres, sopas, salsas, pizzas y snacks), lo que complica el control individual. Además, las etiquetas suelen listar sodio y no “sal” (cloruro de sodio); una regla útil: 2,5 g de sal ≈ 1 g de sodio. La OMS estima un promedio mundial de 10,8 g de sal/día, más del doble de su recomendación.

Qué sabemos con mayor certidumbre

  • Exceso de sodio eleva la presión arterial: ensayos y revisiones sostienen que reducir la ingesta desde niveles altos baja la presión en la mayoría de adultos, con efectos consistentes en subgrupos. Un ensayo cruzado publicado en 2023 mostró que una semana de dieta baja en sodio redujo la presión sistólica en ≈8 mmHg frente a una alta, sin aumento relevante de eventos adversos.
  • Impacto poblacional de políticas de reducción: Inglaterra redujo el consumo medio de sal entre 2003 y 2011; en paralelo se registraron caídas del 42% en la mortalidad por ictus y del 40% por cardiopatía isquémica (junto a otros cambios de estilo de vida). En Japón y Finlandia, programas de varias décadas se asociaron con descensos marcados de presión arterial y mortalidad cardiovascular. Aunque son análisis ecológicos —no prueban causalidad por sí solos—, ilustran el potencial de las políticas de reformulación.

Dónde están las controversias

Algunos estudios observacionales multinacionales describen una relación en J entre sodio estimado y riesgo cardiovascular: aumentos de riesgo en extremos muy altos y muy bajos de ingesta. El consorcio PURE y análisis afines sugieren que el rango “moderado” (≈3–6 g de sodio/día) se asociaría con menor riesgo que los extremos. Sin embargo, expertos en hipertensión cuestionan estas conclusiones por la estimación del sodio con orina “spot” (una sola muestra) frente al estándar de colecciones de 24 horas, susceptibles de sesgo de medición. El método de evaluación es un punto técnico clave del desacuerdo.

Cifras y documentos oficiales

  • OMS: <2 g de sodio/día (≈5 g de sal). Meta prioritaria para reducir la carga mundial de enfermedad; el exceso de sodio es un factor líder de mortalidad atribuible a la dieta.
  • EE. UU. (DGA 2020-2025 y FDA): límite general <2.300 mg de sodio/día; objetivos más bajos para hipertensos según guías clínicas.

Implicancias de política y salud pública

  1. Reformular alimentos: Dado que la mayor exposición es “sal oculta”, la reducción sostenida depende de reformulación industrial, estándares y etiquetado claro (sodio vs. sal). La experiencia de Inglaterra, Japón y Finlandia indica que medidas poblacionales pueden acompañarse de descensos de presión arterial y mortalidad.
  2. Mensajes consistentes: Las agencias coinciden en que bajar desde niveles altos aporta beneficios; la discusión técnica sobre un umbral inferior “demasiado bajo” no modifica la recomendación de evitar excesos.
  3. Investigación pendiente: Ensayos largos y robustos que comparen de forma aleatoria distintos niveles de ingesta —idealmente con medición de 24 horas— ayudarían a delimitar mejor el rango óptimo y a identificar subpoblaciones sensibles a la sal.

Voces y posturas relevantes

  • Francesco Cappuccio (Universidad de Warwick): sostiene que la reducción de sal disminuye la presión en todos, critica inferencias de curva en J por errores de medición del sodio en estudios observacionales. (Postura reflejada en la literatura metodológica sobre orina “spot”).
  • Andrew Mente (McMaster/PURE): defiende que una ingesta moderada podría asociarse con menor riesgo que los extremos; advierte sobre respuestas fisiológicas (renina/aldosterona) en ingestas muy bajas, hipótesis discutida en foros científicos.

Próximos pasos y escenarios

En 2025, la OMS impulsa metas de reducción de sodio como prioridad mundial, con un promedio global de consumo aún muy por encima del recomendado. Mientras avanza la reformulación, guías clínicas y educativas continúan promoviendo límites <2–2,3 g de sodio/día, especialmente en personas con hipertensión, y evalúan estrategias como sustitutos de sal con potasio cuando corresponda. La mejor evidencia disponible respalda reducir el sodio desde niveles altos; el debate sobre un “punto óptimo” inferior precisa mejor medición y ensayos más prolongados.

Panorama

La conclusión más sólida hoy es que el exceso de sal eleva la presión arterial y el riesgo cardiovascular. Las diferencias individuales de sensibilidad a la sal y las incertidumbres metodológicas explican parte de los resultados dispares sobre ingestas muy bajas. Hasta que nuevos ensayos definan con mayor precisión el “punto óptimo”, las políticas públicas y la práctica clínica convergen en evitar el exceso, mejorar el etiquetado y reformular alimentos para acercar a la población a los límites recomendados.

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