En tres décadas, regiones áridas como Ica y la costa norte pasaron de arenales improductivos a polos agroexportadores de arándanos, uvas y espárragos, pero el modelo enfrenta crecientes cuestionamientos por su impacto hídrico y social.

En las últimas tres décadas, vastas zonas del desierto costero peruano —especialmente Ica y la franja norte— se han transformado en grandes centros de producción de frutas de exportación como arándanos, uvas, espárragos, mangos y paltas. Este giro comenzó en los años noventa, con reformas económicas y grandes inversiones privadas en riego tecnificado, y consolidó al país como uno de los principales proveedores de alimentos frescos para Estados Unidos, Europa, China y otros mercados. Sin embargo, el auge agroexportador plantea hoy interrogantes sobre quién se beneficia, cómo se distribuye el agua y si el modelo es sostenible en un contexto de creciente escasez hídrica.
Del arenal al “invernadero natural”: origen del boom agroexportador
Hasta la década de 1990, el panorama predominante en buena parte del litoral era el de extensas pampas áridas, donde se consideraba inviable una agricultura de gran escala. La fertilidad limitada de los suelos amazónicos y la geografía accidentada de la sierra habían concentrado históricamente la producción en pequeñas parcelas y cultivos tradicionales.
El punto de inflexión llegó con las reformas liberalizadoras impulsadas durante el gobierno de Alberto Fujimori, orientadas a estabilizar una economía golpeada por la crisis y la hiperinflación. Economistas como César Huaroto recuerdan que en esa etapa se redujeron aranceles, se promovió la inversión extranjera y se simplificaron trámites para los sectores con potencial exportador, inicialmente con foco en la minería y, hacia fines de siglo, en la agroindustria.
La apuesta privada fue decisiva. Grandes agricultores, con mayor capacidad de asumir riesgo, comenzaron a incorporar tecnologías como el riego por goteo, proyectos masivos de irrigación y mejoras genéticas que permitieron adaptar cultivos como el arándano a las condiciones del desierto costeño. La clave fue resolver el acceso al agua: zonas que “no tenían agua”, como sintetiza Huaroto, se volvieron altamente productivas una vez asegurado el recurso mediante trasvases y perforación de pozos.
Especialistas en ecología vegetal, como Ana Sabogal, estiman que la superficie cultivable del desierto costero aumentó alrededor de 30%, impulsando un “aumento sorprendente y enorme de la agroindustria” y transformando regiones como Ica y Piura en polos agrícolas de alcance global.
Un nuevo mapa productivo: cifras del crecimiento agroexportador
La expansión se refleja en las estadísticas. Según el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), las exportaciones agrícolas peruanas crecieron entre 2010 y 2024 a un promedio anual cercano al 11%, alcanzando un récord de US$ 9.185 millones en 2024. ([Instagram][1])
De acuerdo con datos citados por la Asociación de Exportadores (ADEX), el peso del sector en la economía se incrementó de manera significativa: en 2020 representaba alrededor del 1,3% del producto interno bruto (PIB) y en 2024 llegó a aproximadamente 4,6%, consolidándose como uno de los motores del crecimiento no tradicional.
En cuanto a productos, Perú se ha posicionado como:
- Primer exportador mundial de uvas de mesa desde al menos 2023, según ADEX. ([FyH Revista][2])
- Principal exportador mundial de arándanos desde 2021, desplazando a Chile, de acuerdo con reportes internacionales recientes. ([Reuters][3])
La ventaja competitiva proviene, entre otros factores, de la posibilidad de producir a gran escala en temporadas en las que el Hemisferio Norte enfrenta mayores restricciones climáticas. Esto ha convertido al desierto costero en un “invernadero natural” que abastece a cadenas de supermercados y compradores mayoristas en Estados Unidos, Europa, China y otros mercados asiáticos.
Impactos económicos y transformación social en la costa desértica
Estudios liderados por economistas como César Huaroto han encontrado que la agroexportación ha actuado como dinamizador de las economías locales en varias provincias de la costa:
- Se incrementó la oferta de empleo formal o de mejor calidad en zonas donde predominaba la informalidad.
- Se registró un aumento en los ingresos promedio de los trabajadores agrícolas vinculados a las grandes plantaciones.
No obstante, los beneficios no se distribuyen de manera uniforme.
De acuerdo con los testimonios recogidos en la zona:
- Pequeños agricultores independientes enfrentan mayores dificultades para conseguir mano de obra, debido a que los salarios pagados por las grandes empresas son más altos.
- Estos productores también reportan más obstáculos para acceder al agua, lo que reduce la rentabilidad de sus parcelas y los empuja, en algunos casos, a vender sus tierras a compañías agroindustriales.
La consecuencia es una paulatina reconfiguración de la estructura de propiedad y de las formas tradicionales de cultivo en amplias áreas rurales: muchos pequeños propietarios dejan de producir de manera autónoma para emplearse como trabajadores en los fundos agroexportadores, mientras las grandes empresas concentran extensiones significativas de tierra y recursos hídricos.
El punto de quiebre: el agua como eje del conflicto
El principal foco de cuestionamiento al modelo agroexportador se concentra en el uso y la gestión del agua en regiones áridas como Ica.
Activistas locales, como Charo Huaynca, señalan que en esta zona “se está dando una disputa por el agua porque no hay para todos”. Mientras muchos asentamientos humanos dependen del suministro mediante camiones cisterna y deben almacenar el recurso para cubrir sus necesidades básicas, las grandes plantaciones cuentan con:
- Pozos profundos dentro de sus fundos.
- Acceso prioritario a agua de riego trasvasada desde regiones vecinas como Huancavelica.
Organizaciones sociales han denunciado que, aunque formalmente está prohibida la perforación de nuevos pozos, inspectores de la Autoridad Nacional del Agua (ANA) encuentran restricciones de acceso a fundos privados cuando intentan supervisar las extracciones. BBC Mundo solicitó comentarios a la ANA y al Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, pero no obtuvo respuesta, según consigna el reportaje de origen.
Las percepciones sobre el agotamiento del acuífero se basan en la experiencia de campesinos y residentes locales, que aseguran que antes bastaba con cavar cinco metros para encontrar agua, mientras hoy se requiere profundidades de 10 a 15 metros. Dado que en Ica prácticamente no llueve, la presión sobre el agua subterránea es particularmente sensible.
Pequeños agricultores denuncian, además, que:
- Se les exige pagar montos elevados por el agua de riego.
- Carecen de infraestructura de almacenamiento comparable a los grandes reservorios y “piscinas” que utilizan las agroexportadoras, las cuales luego optimizan el uso con sistemas de riego tecnificado.
Beneficios económicos versus costos ambientales
La expansión de cultivos intensivos en agua —como uvas, arándanos y paltas— en un entorno de escasez hídrica estructural ha generado un debate nacional sobre la sostenibilidad del modelo.
Entre los argumentos que se cruzan en la discusión figuran:
- Defensores del boom agroexportador
- Enfatizan la generación de divisas, empleo y recaudación.
- Señalan que el desarrollo de cadenas de valor, servicios logísticos y empleo formal compensa los costos de adaptación.
- Críticos ambientales y comunitarios
- Alertan sobre el alto consumo de agua en un país donde una parte importante de la población no tiene acceso continuo al servicio en su vivienda.
- Plantean que la agroexportación podría estar “exportando agua” de manera indirecta, al destinar grandes volúmenes del recurso a cultivos para mercados externos.
- Advierten sobre la desigualdad en el acceso al agua entre empresas de gran escala y poblaciones locales o pequeños productores.
Incluso el cultivo de uvas para pisco —producto emblemático y motivo de orgullo nacional— ha sido objeto de cuestionamiento bajo esta lógica, al considerarse que gran parte de su volumen corresponde a agua incorporada en la fruta y sus derivados.
Desafíos de gobernanza y sostenibilidad a largo plazo
En la región de Ica, diversos actores coinciden en que el gran desafío es hacer compatibile el negocio agroexportador con las necesidades de la población y la preservación de los ecosistemas.
Activistas locales señalan que, pese a que el tema del agua ingresa de manera recurrente en las campañas electorales, no se han implementado soluciones estructurales que:
- Establezcan mecanismos de asignación y fiscalización más estrictos del uso del recurso hídrico.
- Garanticen un mínimo vital de agua para consumo humano y agricultura de subsistencia.
- Ordenen la expansión de la agricultura intensiva en función de la capacidad real de recarga de los acuíferos.
Desde la academia, especialistas como Ana Sabogal sostienen que el modelo actual “no es sostenible a largo plazo” si no se asegura que la cantidad de agua destinada a la agroindustria respete las necesidades de la población y de los ecosistemas.
Próximos escenarios para el “Perú agroexportador”
El futuro del desierto costero como “granero del mundo” dependerá de la capacidad del país para:
- Consolidar reglas claras de gestión del agua, con mayor transparencia y supervisión efectiva, especialmente en la perforación de pozos y el uso de aguas subterráneas.
- Reducir las brechas de acceso entre grandes fundos y pequeños agricultores, evitando que estos últimos queden excluidos del uso productivo del recurso.
- Diversificar y tecnificar aún más los sistemas de riego, almacenamiento y recarga hídrica, incorporando, por ejemplo, proyectos de siembra y cosecha de agua o reutilización de aguas tratadas.
- Mantener la competitividad internacional sin comprometer la seguridad hídrica y alimentaria interna, de modo que el país no dependa excesivamente de un esquema de exportación intensivo en agua en un contexto de cambio climático.
Panorama
Perú ha logrado, en pocas décadas, convertir uno de los desiertos más áridos del planeta en un polo agroexportador de alcance global, apoyado en inversiones privadas, innovación tecnológica y reformas económicas. Esta transformación ha generado empleo, divisas y una nueva geografía productiva en regiones como Ica y la costa norte. Sin embargo, el creciente conflicto por el agua, las tensiones entre grandes empresas y pequeños agricultores y las advertencias de expertos sobre la insostenibilidad hídrica plantean un desafío central: definir cómo compatibilizar el éxito agroexportador con la protección de los recursos y los derechos de la población, para que el “milagro del desierto” pueda sostenerse en el tiempo sin agotar la base que lo hizo posible.
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