Investigaciones recientes confirman que el canto, especialmente en grupo, fortalece la cohesión social, mejora la función respiratoria y cardiovascular, reduce el estrés y puede apoyar la rehabilitación neurológica.

En plena temporada de villancicos y coros navideños, diversos estudios científicos han vuelto a poner el foco en una actividad cotidiana que, más allá de su dimensión cultural, tiene un impacto directo en la salud: cantar. Investigaciones realizadas en centros académicos de Europa señalan que el canto, en particular cuando se realiza en grupo, aporta beneficios medibles sobre el cerebro, el sistema respiratorio, el corazón y el bienestar psicológico de personas sanas y de pacientes con enfermedades crónicas.
De acuerdo con especialistas consultados en un reportaje de BBC Future, cantar combina procesos cognitivos, físicos, emocionales y sociales que activan amplias redes neuronales en ambos hemisferios cerebrales, mejoran la respiración y pueden favorecer la función inmunológica. El interés científico se ha traducido en programas de intervención que utilizan el canto como complemento terapéutico en pacientes con enfermedades pulmonares, trastornos neurológicos, secuelas de ictus, enfermedad de Parkinson, demencia y covid prolongado, entre otras condiciones.
Un acto social con efectos medibles en el cuerpo
Alex Street, investigador del Instituto de Investigación de Musicoterapia de Cambridge, explica que el canto implica simultáneamente atención, control respiratorio, expresión emocional y coordinación con otras personas, lo que lo convierte en una herramienta de intervención especialmente versátil. Psicólogos y musicoterapeutas han documentado que cantar en grupo favorece un fuerte sentido de cohesión social: personas que no se conocen pueden establecer vínculos significativos después de compartir una sesión de canto de aproximadamente una hora.
En el plano físico, distintos equipos de investigación han observado que el canto mejora parámetros como la frecuencia cardiaca y la presión arterial, y que el canto en coro refuerza la respuesta inmunitaria de un modo que no se obtiene solo escuchando música. Desde una perspectiva biológica, se plantea que el canto estimula el nervio vago —relacionado con la regulación del sistema nervioso autónomo— y que la exhalación prolongada y controlada propia del canto favorece la liberación de endorfinas, asociadas al bienestar y a la modulación del dolor.
Adam Lewis, profesor asociado de fisioterapia respiratoria en la Universidad de Southampton, sostiene que cantar debe considerarse una actividad física que puede tener beneficios similares a una caminata a ritmo moderado. Un estudio citado por el especialista equipara el esfuerzo cardiopulmonar de una sesión de canto con el ejercicio realizado al caminar en una cinta a velocidad constante, lo que refuerza la idea de que el canto contribuye también al acondicionamiento general.
Origen profundo y presencia constante en la vida humana
Más allá de sus efectos inmediatos, antropólogos y neurocientíficos sugieren que el canto podría tener raíces muy antiguas en el desarrollo de la especie humana. Algunas teorías proponen que los homínidos emplearon vocalizaciones rítmicas y melódicas antes del lenguaje articulado para imitar sonidos del entorno, expresar emociones y estructurar rituales colectivos. Desde esa perspectiva, el canto habría jugado un papel relevante en la construcción de dinámicas sociales complejas.
Street subraya que la presencia del canto a lo largo del ciclo vital —desde las canciones de cuna hasta las ceremonias funerarias— refleja una predisposición de los cerebros y cuerpos humanos a responder de manera positiva a las melodías. También recuerda que el uso de estructuras rítmicas y melódicas ha sido aprovechado en la enseñanza, por ejemplo, para aprender el abecedario o determinadas tablas de multiplicar.
Cantar en grupo: más beneficios que hacerlo en solitario
Los estudios revisados indican que no todas las formas de canto generan el mismo impacto. La evidencia disponible muestra que cantar en grupo o en coro se asocia a mayores beneficios psicológicos que cantar en solitario. En el ámbito educativo, esta constatación ha dado lugar a programas que utilizan el canto para reforzar la cooperación entre estudiantes, apoyar el desarrollo del lenguaje y facilitar la regulación emocional en la infancia.
En el campo médico, se han creado coros comunitarios orientados a personas con enfermedades crónicas y a sus cuidadores. Grupos formados por sobrevivientes de cáncer o de accidentes cerebrovasculares, pacientes con enfermedad de Parkinson o demencia, así como familiares y profesionales de la salud, emplean el canto como herramienta para mejorar la calidad de vida. En el caso del Parkinson, por ejemplo, se ha observado que cantar puede mejorar la articulación del habla, una función que suele verse afectada a medida que avanza la enfermedad.
Street señala que en este tipo de espacios se genera una dinámica de igualdad poco frecuente en otros contextos: cuidadores, pacientes y profesionales cantan la misma canción en las mismas condiciones, lo que permite centrar la atención en las capacidades conservadas y no únicamente en las limitaciones asociadas a la enfermedad.
Enfermedades respiratorias y covid prolongado: un enfoque complementario
Entre los grupos que parecen beneficiarse de manera más marcada se encuentran las personas con enfermedades respiratorias crónicas. Keir Philip, profesor clínico de medicina respiratoria en el Imperial College de Londres, advierte que el canto no sustituye los tratamientos convencionales, pero puede aportar un enfoque complementario útil. Algunos pacientes con disnea crónica modifican su patrón respiratorio de forma ineficiente; el trabajo vocal, al exigir control del ritmo, la profundidad y la coordinación muscular de la respiración, puede ayudar a corregir estos patrones y aliviar síntomas.
Uno de los estudios dirigidos por Philip aplicó un programa de ejercicios respiratorios desarrollados junto a cantantes de la Ópera Nacional Inglesa en pacientes con covid-19 de larga duración. Durante seis semanas, los participantes realizaron sesiones estructuradas de canto y respiración. Los resultados, según el investigador, mostraron mejoras en la calidad de vida percibida y en ciertos aspectos de las dificultades respiratorias de los pacientes.
No obstante, el canto en grupo no está exento de riesgos en contextos específicos. En las primeras fases de la pandemia de covid-19, algunos brotes se vincularon a ensayos corales en espacios cerrados, debido a la elevada emisión de partículas respiratorias durante el canto. En ese sentido, Philip recomienda que las personas con infecciones respiratorias sintomáticas se abstengan de asistir a ensayos o presentaciones para reducir el riesgo de contagio.
Rehabilitación neurológica y posibles beneficios cognitivos
El interés científico por el canto se extiende también a la rehabilitación neurológica. La experiencia de la excongresista estadounidense Gabrielle Giffords, quien sufrió una lesión cerebral grave tras un atentado en 2011, es uno de los casos más citados. A lo largo de años de rehabilitación, terapeutas emplearon canciones conocidas de su infancia para facilitar la recuperación del lenguaje, aprovechando que el canto moviliza redes neuronales en ambos hemisferios del cerebro.
En pacientes que han sufrido un ictus, se han desarrollado enfoques similares: la repetición de frases cantadas sirve como plataforma para reconstruir conexiones neuronales y recuperar fluidez verbal. Se considera que el canto favorece la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y generar nuevas redes funcionales después de una lesión.
En el ámbito del envejecimiento, Teppo Särkämö, profesor de neuropsicología en la Universidad de Helsinki, sostiene que existe una base creciente de evidencia que asocia el canto en adultos mayores con ciertos beneficios cognitivos, en particular sobre la memoria verbal y la atención sostenida. Sin embargo, advierte que todavía se requiere investigación a gran escala y con seguimientos prolongados para determinar si el canto puede ralentizar o prevenir el deterioro cognitivo de manera consistente.
Un recurso accesible con potencial aún en estudio
Los especialistas coinciden en que cantar, por sí solo, no sustituye tratamientos médicos ni terapias específicas, pero subrayan su utilidad como complemento accesible, de bajo costo y con beneficios documentados en múltiples dimensiones de la salud. La evidencia disponible sugiere que la participación en coros o grupos de canto puede contribuir a reducir el estrés, mejorar la respiración, reforzar la sensación de pertenencia social y aportar herramientas adicionales en procesos de rehabilitación física y neurológica.
Al mismo tiempo, investigadores como Street llaman la atención sobre la disminución de espacios de canto comunitario en sociedades donde el uso intensivo de la tecnología tiende a sustituir actividades presenciales compartidas. Frente a ese escenario, los estudios que muestran el impacto del canto en la salud apuntan a la conveniencia de preservar y promover estas prácticas, tanto en iniciativas culturales como en programas educativos y sanitarios.
Por ahora, los trabajos en curso se orientan a precisar qué tipo de intervenciones vocales son más efectivas para cada grupo de pacientes, durante cuánto tiempo deben aplicarse y cómo integrarlas de manera sistemática a los sistemas de salud y a las políticas de bienestar comunitario, en un campo donde la evidencia científica continúa en expansión.
MENU








