Si la presidenta Dina Boluarte pretende llegar a concluir su mandato en julio del 2026, tiene que relevar a todo su gabinete ministerial. Cambiarlo por completo. Solo esta acción le podría brindar un poco de oxígeno para prolongar su vida política en Palacio de Gobierno.
El gabinete actual está demás, al igual que la presidenta, no tiene credibilidad, legitimidad, ni siquiera un mínimo respaldo popular. Los ministros son una especie de muertos vivientes, a quienes los sostiene el clavito sobre el que pende el cuadro con la Resolución de sus designaciones. La mitad de los jefes de cartera están investigados o denunciados por actos de corrupción y la otra mitad han tratado de pasar desapercibidos para mantenerse en sus cargos.
El ministro de Economía ha viajado en el túnel del tiempo y pareciera que estaría ejerciendo en el Perú de la década del 60, donde se gastaba indiscriminadamente sin pensar en cómo se iba a reponer ese dinero de las arcas estatales.
El ministro del Interior, vive en la seguridad de su metro cuadrado y nos quiere hacer creer que todo esta en orden y bajo control, y que los culpables de toda la inseguridad ciudadana en el país son los fiscales y jueces que sueltan a los delincuentes. Nos quiere meter el dedo en la boca. Está prolongando su estadía en la cartera a punta de mentiras, concentrado en cumplir los encargos presidenciales, sin pensar en las muertes que podría evitar renunciando y dejando el espacio para que asuma un profesional idóneo, que mejore verdaderamente la seguridad de la ciudadanía.
Si sigo comentando sobre cada uno de los ministros me va a faltar espacio en esta columna. Lo más saludable para este agónico mandato es tratar de tomar una bocanada de aire fresco haciendo renunciar al gabinete en pleno. Esto último sería tarea fácil. Lo difícil va a ser conseguir profesionales capacitados que quieran poner sus partes nobles en el incinerador que le ofrece este régimen. La mayoría de profesionales a quienes le ofrezcan una cartera de este gobierno se va a negar a aceptar. Lo que tendría que hacer la presidenta Boluarte, si aún le queda un rayo de humildad y claridad política, es convocar a un gabinete de unión nacional, para tratar de aglutinar a todas las fuerzas políticas para que participen con sus técnicos en lo que queda de este periodo de gobierno. Ese sería un gesto de estadista noble, de aquel que admite sus falencias y que está profundamente preocupado por el futuro inmediato del Perú.
La soberbia de sus actos, confirmado por el frio brillo de su mirada, hace predecir que la presidenta Boluarte no piensa dar su brazo a torcer hasta que la realidad le abofetee el rostro. La obstinación serrana de la que ella hace alarde no funciona en política. La realidad nacional es cambiante y la política debe ser como el timón de barco, que gira, para esquivar la tempestad. Demostrado está que ya casi la presidenta no puede asomar la nariz en ningún acto público, pues es merecedora a la pifia popular. Los cambios tienen que hacerse en su momento, luego, quizá ya sea demasiado tarde. Hasta la próxima semana mis amigos de Primera.