Un cartel de cartulina blanca, con letras negras con la frase “Se necesita presidente” debió haberse colgado en Palacio de Gobierno hace por lo menos un par de años atrás. La mediocridad demostrada por el gobierno nacionalista encabezado por el Presidente Ollanta Humala y la Presidenta del Partido Nacionalista Nadine Heredia han resultado muy útiles para saber exactamente el tipo de mandatario que el Perú necesita. En primer lugar necesitamos un presidente con una personalidad totalmente definida. Con capacidad intelectual y de preparación profesional para entender los diversos temas de gobernabilidad. Un presidente objetivo, centrado, independiente y de carácter fuerte ante la manipulación.
Necesitamos un presidente que tenga la capacidad gerencial para elegir los mejores servidores con valores intelectuales y morales para invitarlos a trabajar por el Perú. Un gobernante que tenga la capacidad de convocatoria innata para trasmitir que trabajar por el país no es sólo responsabilidad del partido o movimiento elegido, sino de los 30 millones de habitantes que hemos nacido en esta maravillosa tierra. Que tenga la capacidad de unir al Perú con un solo discurso. Que tenga el don de la palabra para entrar por los oídos al corazón de los peruanos. Que tenga la credibilidad y la probidad para que la gente se sienta inspirada en seguir sus pasos sin ningún temor.
Necesitamos un estadista que tenga la capacidad de trazar un plan general para el Perú para los próximos 30 años. Con tan buenas ideas que resulte imposible no continuar los proyectos de inversión y desarrollo programados. Que tenga amplio conocimiento del Perú, que tenga sensibilidad social y visión interna de un país tan complicado geográfica como socialmente. Y sobre todo un perspectiva de futuro en base hacía donde es que quiere llevar el manejo interno del país. Reordenarlo geográficamente para lograr una igualdad de recursos y oportunidades. Reorientar y dirigir hacia donde debe dirigirse la nueva formación poblacional del país. No puede permitir que él los pueblos del interior se expandan sin ton ni son, de manera instintiva o de simple bonanza momentánea de alguna región. Eso no es crecimiento eso es expansión de la pobreza.
Se necesita un presidente trasparente hasta los huesos. A prueba de escáneres, a prueba de investigaciones profundas sobre su vida personal y profesional, que no posea un centavo que no haya ganado con su trabajo o de buena procedencia. Sólo cumpliendo estos requisitos va a tener la autoridad moral y la seguridad para sacar al fresco a cualquiera y exponerlo en plaza pública para que rinda cuentas sobre sus malas acciones. Un presidente con rabo de paja, o con “anticuchos”, como lo dice el habla popular, no nos sirve de nada. Sobre todo en estos tiempo donde la corrupción ha sido abonar por el gobierno nacionalista al estar en investigación directa Nadine Heredia y su elite familiar y amical por la recepción y mal uso de dinero destinado a las campañas políticas de su partido.
Ante la lucha contra la corrupción tenemos una sociedad que está con la moral por los suelos. Las denuncias periodísticas difundidas a diario, por ejemplo el caso de las agendas de la primera dama, apuntan a la cima de la pirámide del poder en el gobierno, entonces el ciudadano percibe que todo el Estado está corrupto y podrido, entonces siente que todo está perdido, que dónde se ponga en dedo saltará la pus. Y eso no es cierto completamente, hay servidores leales a sus principios probos y de gran valor, así como instituciones que trabajan a cabalidad. Pero sin un buen ejemplo desde lo más alto del poder nada de esto va a mejorar como se requiere para conseguir un Estado moderno, productivo y eficaz que dé el soporte para que los peruanos podamos enrumbar por el camino de la superación. En pocas palabras necesitamos un presidente de verdad. Hasta mañana mis amigos de Primera.