La proximidad del cambio de mando presidencial y con ello la renovación del casi total de los representantes del pueblo en el Congreso de la República exige una seria reflexión al respecto. Se trata de una cuestión de tomar conciencia y responsabilidad sobre el futuro de la Nación. No se trata de seguir haciendo leyes para todos los gustos sino de legislar para las grandes mayorías bajo un serio concepto de viabilidad práctico legal. Y con ello hacer renacer la responsabilidad y la conciencia cívica para ir en busca de lo mejor para el país. No se trata de crear leyes para impedir el ejercicio ciudadano, coadyuvando un derecho, se trata de llamar la atención a la conciencia cívica del peruano de corazón para que ejerza su derecho para renovar el beneficio mayoritario y común.
Y lo más importante sería ser testigos que este nuevo Parlamento Nacional tiene la sería intención de renovar la manera de hacer política en el país. Tiene la valiosa oportunidad de marcar el cambio hacia la evolución de nuestra clase política tan venida a menos en los últimos lustros. Aprovechar el inicio de un nuevo período democrático para rescatar el ideal político más puro y ponerlo en práctica desde la cuna del poder legislativo. En sus manos estará la recuperación de la majestad y el respeto que sus cargos merecen, pues en sus hombros recae la confianza de sus electores.
Definir la política en su sentido social real es uno de los conceptos más ambiguos que existen, porque a lo largo del tiempo se han juntado en él confusiones terminológicas y conceptuales. De ahí que el poder está en juego en la política. La política es fundamentalmente poder. La síntesis ni la conciliación social pueden lograrse sin el poder. Por eso algunos pensadores han definido a la política como la teoría y la práctica de las relaciones de poder. Pero no es un poder que actúa en el vacío sino en el seno de una sociedad dada y, por tanto, en el marco de un territorio determinado. Es un poder que se ejerce sobre los hombres y dentro de un espacio físico. Es un poder que nace dentro de la sociedad y que actúa al servicio de sus tendencias, la primera de las cuales es el orden. Las luchas políticas son luchas para alcanzar el poder y conservarlo. Y realizar con él el orden social que se considera adecuado.
Alguien calificó a la política como el arte de lo posible. Significa que la política no debe ser el devaneo teórico o la formulación de utopías en el aire. La política debe ser el arte de lo posible pero también el arte de hacer posible lo deseable. Estos conceptos deben ser retomados a partir del próximo 28 de julio, cuando se instaure un nuevo presidente, nuevo gobierno y nuevos representantes de las mayorías en el Congreso.
Lamentablemente, a la política contemporánea en el mundo entero le falta una dimensión ética y una dimensión estética. Demasiadas cosas sucias y poco elegantes se hacen a su nombre. La política en muchos lugares ha llegado a ser una mala palabra. Hay crisis de valores, ausencia de principios y, con frecuencia, falta de autenticidad en las posiciones. Los lugares del escalafón político nunca permanecen vacantes. Si los mejor dotados, los mejor intencionados, los más honestos fugan del escenario de la política, porque suponen que es una actividad de aventureros, sus lugares serán inmediatamente ocupados por los menos capaces y por los menos honestos. Así puede explicarse la crisis de conducción que sufren muchos de los pueblos del mundo. Resulta indispensable reivindicar el carácter misional de la política, reconciliarla con la ética y proscribir la corrupción en todas sus manifestaciones.
El recientemente concluido proceso electoral y la agresiva campaña política desarrollada por los involucrados en dicha competencia, por conseguir la presidencia del país, traen recurrentemente al tapete el tema de la necesidad imperante de la recuperación de la decencia en el ejercicio de la política en el país. Es tiempo y momento de empezar a pensar diferente. En buscar el beneficio común como doctrina nacional multipartidaria. Olvidarse de egoísmos al pensar quien propuso tal o cual proyecto de ley, lo que verdaderamente importará es que la viabilidad y la utilidad de la determinada ley será el beneficio masivo común.
Espero con mucha fe que la calidad intelectual y moral de los integrantes que van a renovar el Parlamento Nacional despierte las expectativas y el interés de la población en general para volver a creer que estamos enrumbando hacia un nuevo destino que tiene que ser la del progreso y la modernidad. Hasta mañana mis queridos amigos de Primera.