Obligados a votar

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La función electoral es uno de los medios por los cuales la comunidad participa en la vida política del Estado. Participación que en este caso consiste en elegir gobernantes. Para el efecto se forma el llamado cuerpo electoral compuesto por todos los ciudadanos con derecho a voto. Al sufragar, cada uno de ellos cumple una función pública.

Desde esta perspectiva, elegir es un acto político de importancia en la vida democrática porque implica la ejecución de una función de interés general. Consecuentemente, el elector es un funcionario público encargado de determinar la integración de los principales órganos gubernativos del Estado, para lo cual requiere un mínimo de conocimiento, reflexión y responsabilidad.

Aquí se origina la discusión entre los partidarios del voto obligatorio y los del voto facultativo o voluntario.

La consecuencia principal de que elegir sea una función pública, sostienen los primeros, es que el elector está obligado a votar de la misma manera que el funcionario lo está a ejercer su función. Se forma así el concepto de la elección obligatoria, en la que la emisión del voto es un derecho político y un deber cívico irrenunciables, en oposición a la elección voluntaria o facultativa, en que la consignación del voto es un derecho renunciable.

La elección obligatoria compromete al ciudadano a participar en todos los actos electorales para los que sea convocado, bajo amenaza de una sanción o multa si no lo hace. El abstenerse o negarse es una infracción a la ley.

El voto obligatorio es por tanto un voto arrancado por la fuerza de la ley. En esta clase de elecciones no pertenece al elector la decisión de votar o no, sino únicamente la de cómo votar.

En las elecciones voluntarias, en cambio, el absentismo es un derecho del ciudadano, quien es dueño de la doble libertad de votar o no y de cómo hacerlo.

En el orden práctico, el voto obligatorio ofrece algunos elementos positivos. Uno de ellos tiene que ver con la legitimidad de los gobernantes. Índices de abstención muy altos —50%, 60% o más—, a los que suelen conducir las elecciones facultativas, producen gobernantes con un apoyo absolutamente minoritario, que puede ser un grave factor de deslegitimación democrática para los fines de la gobernabilidad. Desde otro punto de vista, el sufragio es una escuela de educación cívica para el pueblo, que le induce a tomar conocimiento de los problemas nacionales básicos con oportunidad de los procesos electorales. El voto obligatorio evita además el oportunismo político de quienes, sin opciones de éxito, tienden a apostar al abstencionismo para apropiarse de los inevitables índices de deserción electoral y presentarlos como respuesta popular a sus planteamientos.

Este es sin duda un tema que tiene que entrar en debate o ser presentado a consulta popular, pues la democracia se sustenta en el ejercicio de la libertad, y partiendo de ese concepto fundamental no se puede coaccionar a un ciudadano a ejercer un derecho. Esta acción sin duda es una aberración espuria insertada en los sistemas democráticos incipientes, o democracias jóvenes, el punto es en qué momento una democracia deja de ser inmadura y quien o quienes son los encargados de calificar el grado de madurez democrática de un país. Tema complejo, de gran interés y de seguro prolongada e interesante discusión. Hasta mañana mis amigos de Primera.

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