La Navidad es tiempo de acercamiento, de diálogo, confraternidad, de perdón, comprensión, hermandad y reflexión, y con ese espíritu es que debemos vivirla y practicarla, acorde con su verdadero significado, el que muchos han olvidado en medio de la ligereza y los desbordamientos consumistas que convierten estas fiestas de celebración cristiana en una actividad que bordea lo pagano.
Tanto es así, que ya el centro de la celebración en la mayoría de los centros comerciales no es el niño Jesús en su pesebre y los Reyes Magos, sino una figura icónica llamada Santa Claus, quien ha venido a sustituir todo lo que la tradición cristiana ha edificado alrededor de la Navidad.
Los mercaderes, los mismos que representan en el tiempo a quienes Jesucristo les viró la mesa por profanar el Templo con su espíritu de comercio, han convertido esta hermosa época en un tiempo ligero, desprovisto de su verdadera esencia cristiana, donde predomina un ambiente matizado por los excesos de la carne y el apocamiento del espíritu, y por igual, los desenfrenos en la comida y en la bebida. En este contexto hay poco lugar para Jesús, para el que supuestamente es el verdadero protagonista de estas fiestas.
El paganismo comercial nos ha quitado del centro de la Navidad al niño Jesús y en su lugar ha puesto al dios del consumismo.
La política es inseparable de la vida humana. Se puede pedir un receso, pero no una suspensión total.
Por otro lado, hay quienes piden en estos tiempos el cese de toda actividad política como si el nacimiento del Niño-Dios no fuese el más grande acontecimiento político de la historia. Porque, ¿acaso existe un mensaje político más trascendental que prometer que el reino de Dios será de los pobres, de los desheredados de la fortuna; que decir que los últimos serán los primeros y que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de los cielos?
En esos mensajes hay una posición política manifiesta, una toma clara de partido a favor de los pobres, y eso debe ser la Navidad, un tiempo para devolverle la esperanza a los humildes que encarnó el niño Jesús al nacer pobre y entre los pobres. La política es inseparable de la vida humana. Se puede pedir un receso, pero no una suspensión total, pues siempre habrá forma de que la misma se haga presente, ya sea a través de entrega de canastas, regalos y juguetes, o algún spot político-navideño que disfraza su verdadera intención.
La oportunidad es propicia para reclamarles a los políticos que cumplan con los pobres, que hagan lo que prometen en la campaña electoral y que no acumulen tanta riqueza a expensa del patrimonio nacional; que vivan una vida justa y fraterna, inspirada en el mensaje de amor y armonía que predicó y vivió nuestro Señor.
En el mismo tenor, también sería bueno pedirles que expulsen los insultos, la calumnia y las diatribas de su actuar político y que promuevan el respeto por la vida y la dignidad del ser humano, en estos tiempos donde cunde el miedo y el odio al otro que no es de nosotros, la inseguridad, la indiferencia y el individualismo.
Vivamos la Navidad tratando de construir todos juntos el futuro que todos nos merecemos, y para hacernos mejores hombres y mujeres, y mejores hijos de Dios. Feliz Navidad amigos de Primera.