Esta sucesión intermitente de feriados son la única tregua que la batalla electoral tendrá. A estas alturas de diciembre, terminada las celebraciones de la Navidad, se inician los preparativos para las celebraciones de fin de año. Para luego dar paso a retomar la batalla electoral que se vislumbra desde ya será encarnizada, artera y prolongada. Puesto que serán tres largos meses de fuego cruzado entre los representantes de los diferentes partidos y movimiento políticos.
Es importante hacer un llamado a los candidatos para una reflexión profunda, sobre todo para que de manera personal e íntima se reencuentren con sus verdaderas intenciones que los mueven a luchar por alcanzar el poder. Es importante que sean conscientes de la necesidad de autoanalizar sus aspiraciones y sus ambiciones en base a su capacidad intelectual y moral.
De algo estoy seguro y es que el próximo presidente no tendrá espacio para gobernar mal, para intentar enriquecerse corruptamente o jugarle chueco al país. Los últimos dos presidentes están empapelados de denuncias y juicios, y el presidente en ejercicio, Ollanta Humala está bajo recalcitrantes sospechas que lo vinculan directamente con la putrefacción proveniente de su partido, representado directamente por su esposa Nadine Heredia. Es decir los malos gobiernos no llegan ya ni siquiera al final de su mandato, sin tener denuncias o juicios esperando por ellos. Una vergonzosa verdad.
La batalla electoral previa se jugará en los espacios de la investigación del pasado de los candidatos, que será efectuada por equipos destinados a hurgar en lo más profundo de su vida personal. Certificaciones de estudios, relaciones extramaritales, denuncias pendientes o archivadas, actos inmorales o ilegales serán el fin supremo de esas indagaciones. Se rebuscaran entre ellos cual auditores salvajes, sedientos de una pizca, de un indicador que apunte a demostrar que no son elegibles moral, ética o legalmente para ser representantes de un sector mayoritario de la población.
Es lamentable darse cuenta que estas elecciones no se ganaran por lo méritos profesionales o por la gran experiencia laboral de los candidatos, sino por la menor cantidad de “arrugas” que los investigadores encuentren en el transcurso de su vida pasada. Esta será una competencia de destapes y de incongruencias halladas, que linden con la ilegalidad en el pasado de los postulantes.
Lamentablemente así se presentan las cosas en la próxima campaña electoral. El postulante que se encumbrará en la simpatía popular, será en base a la menor cantidad de hechos sospechosos, que puedan relacionarlos con corrupción o inmoralidad. Es por ello que varios partidos se encuentran subcontratando comunicadores o investigadores para realizar exploraciones profundas en las hojas de vida de sus competidores más cercanos.
La reflexión antes de entrar en la batalla final debe ser dirigida a la estricta honestidad y limpieza de conciencia de cada candidato. Ser honestos consigo mismos para enaltecer la competencia y darle mejor nivel a un acto democrático. La sinceridad y el apartamiento de la contienda a tiempo, siendo conscientes de sus limitaciones y su falta de probidad de los postulantes que se encuentren en esta situación, será su mayor contribución al país. No se puede envenenar el destino del país con postulaciones a sabiendas de un pasado vergonzante, ilícito o inmoral. La advertencia está hecha. De aquí para adelante cada postulación será responsabilidad y consecuencia única de cada líder político. Hasta mañana mis amigos de Primera.