Reos de Sarita Colonia escenificaron “Jesucristo Superstar”

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Reos 1La presentación de la ópera rock fue posible gracias al trabajo de 120 presos.

En el Sarita Colonia hay 3.320 presos. Tiene, como muchos penales del Perú, más internos de lo que su capacidad soporta. Solo en su pabellón de mínima observación duermen más de 900 hombres peruanos y extranjeros. La mayoría perdió su libertad por tráfico de drogas y ahora comienzan a recuperarla. Hay 120 internos que han hallado en el arte la oportunidad para sentirse libres, incluso dentro de la prisión. 

“Si pudiera retroceder el tiempo, te juro que no volvería a cometer el mismo error, así tuviera que comer un pan duro con agua”, dice Daniel Rivasplata, el peruano que interpretó a Judas Iscariote. Este año cumplirá su pena de cuatro años y ya sabe lo  primero que hará al pisar la calle: “Buscaré a mi hija y a mi madre”.

Freddy Battifora dirigió la ópera rock de la Pasión de Cristo en su versión chalaca. Cumplió su condena en enero, pero regresó al penal: había prometido dirigir la obra y estar hasta el final con los muchachos con los que compartió celda y pasillos. Él, entre otras cosas, dijo: “Los sueños no deben terminar, la vida está llena de colores; no la despintemos”.

Reos 2De colores conoce muy bien Carlos Morales, un argentino encargado de diseñar la escenografía que poco tuvo que envidiar a otras puestas en escena. El seguirá algunos años más en el Sarita Colonia, así que, por ser el más experimentado, asumirá la dirección del musical. Con su acento inconfundible aclara frente a todos que ese no será un trabajo, más bien un gusto.

Al final del espectáculo, el viceministro de Justicia, Roger Rodríguez, dijo haberse convencido de que “la libertad física puede ser limitada, pero la libertad del espíritu jamás”. Y en eso coincide  con Pedro Michelena, quien sí cree en la posibilidad de sentirse libre dentro de prisión, a pesar no poder lanzarse a los brazos de los que más quiere.

Esa noche, mientras los invitados dejaban la cárcel, los internos se abrazaban con el frenesí que provoca una victoria. Esa victoria de espíritu, del alma, esa que sólo la sabe dar el Señor Jesucristo.

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