El muro de acero fronterizo de más de cinco metros de altura construido entre Ciudad Juárez, México, y Sunland Park, Estados Unidos, se abrió por primera vez
Cerca de 3,000 personas se dieron cita a la frontera que divide Ciudad Juárez, México, y Sunland Park, Estados Unidos, para reunirse durante tres minutos con sus familiares, en la sexta edición del evento denominado “Abrazos, no muros”.
El evento, organizado por la Red en Defensa de los Derechos de los Migrantes, convocó a alrededor de 250 familias y se llevó a cabo con la colaboración de organizaciones dedicadas a la promoción de los derechos humanos a ambos lados de la frontera.
A diferencia de ediciones anteriores, que tuvieron lugar en el bordo del Río Bravo, este “Abrazos, no muros” se desarrolló en la valla metálica de poco más de cinco metros de altura con la que el Gobierno de EE.UU. sustituyó la cerca que dividió a ambas naciones por más de 20 años.
Fernando García, director de Border Network for Human Rights (Red Fronteriza por los Derechos de los Migrantes, en español), señaló que este es un lugar con una gran carga de contenido.
“Este es un muro que representa lo peor de la política migratoria. Es un muro que representa el racismo y la xenofobia que existe en los Estados Unidos“, dijo.
Las familias hacen fila a lo largo de la valla metálica, flanqueados por voluntarios de la organización del evento, hasta llegar a uno de los portales abiertos especialmente para esta ocasión. Las restricciones son mayores del lado mexicano.
Margarita Paz tiene 82 años y espera en la fila para abrazar a su hija, que vive en Denver. Hace unos minutos tuvo que visitar la casilla de atención médica que colocó la Cruz Roja Mexicana porque se le bajó la presión. Ya estable, dice que los minutos en los que puede abrazar a su hija para ella “valen oro” y que los aprovechará al máximo.
Luego de los tres minutos suena una chicharra, es el sonido que marca el fin de los abrazos. Las familias dan la vuelta a los cordones amarillos y regresan por el suelo enlodado hasta la carpa donde han guardado sus abrigos. En algunos casos esperaron años para reencontrarse con sus seres queridos.