Más de siete años después de su abrupta salida del poder, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) reapareció públicamente para lanzar una dura crítica al fujimorismo, al que responsabiliza de haber sembrado la inestabilidad política que aún persiste en el país. En una entrevista con la periodista Milagros Leiva, el exmandatario apuntó directamente a Keiko Fujimori, a quien acusa de haber actuado por ambición personal y desencadenado una crisis institucional de largo aliento.

“El Perú se fregó cuando Keiko me sacó a mí. No había razón para hacerlo. Le cuchicheaban sus asesores: ‘tú deberías haber sido presidenta’. Si me dejaba gobernar, quizá lo habría sido”, declaró PPK, en un tono tan reflexivo como contundente.
Kuczynski no solo responsabilizó al fujimorismo por el colapso de su gobierno, sino que también advirtió que el desgaste acumulado de esa fuerza política marca el inicio del ocaso de Keiko Fujimori en el escenario nacional. Su análisis abarcó las dimensiones política, judicial e institucional, subrayando el impacto profundo que esta etapa ha dejado en la democracia peruana.
La historia de Pedro Pablo Kuczynski en la política peruana no puede entenderse como un episodio aislado, sino como un punto de inflexión que marcó el inicio de una etapa de inestabilidad institucional crónica. Desde su elección en 2016 hasta su salida en 2018, y aún hoy en 2025, el país sigue arrastrando las secuelas de una presidencia frustrada y de un sistema político que evidenció su fragilidad estructural.
A continuación, se analizan los cuatro principales impactos que la crisis de PPK ha dejado en el Perú:
1. Debilitamiento institucional y polarización crónica
La renuncia de Kuczynski tras apenas 20 meses en el poder —forzada por una mayoría fujimorista en el Congreso— fue el primer caso reciente de derrumbe presidencial sin ruptura democrática formal. Aunque se evitó una vacancia, el uso de mecanismos constitucionales con fines de control político generó un precedente peligroso: el Congreso puede derribar a un presidente sin necesidad de consenso social ni pruebas contundentes de incapacidad moral.
Este conflicto Ejecutivo-Legislativo inauguró una era de polarización y desconfianza institucional que persistió con Martín Vizcarra, Manuel Merino, Francisco Sagasti, Pedro Castillo y ahora Dina Boluarte. La figura del presidente quedó debilitada, sujeta a chantajes y alianzas volátiles.
📉 Resultado: Crisis de gobernabilidad, debilitamiento del equilibrio de poderes y erosión de la legitimidad democrática.
2. Parálisis económica y pérdida de confianza empresarial
PPK fue elegido con una narrativa tecnocrática, promercado y de impulso a grandes obras de infraestructura. Su caída abrupta paralizó proyectos estratégicos como la Línea 2 del Metro, la modernización del aeropuerto Jorge Chávez y varias concesiones del sur.
El escándalo de Odebrecht, en el que se le implicó por servicios de consultoría pasados, reforzó la percepción de que ni siquiera los presidentes “técnicos” estaban libres de conflicto de intereses. El resultado fue una contracción de la inversión pública y privada durante los años siguientes, sumado a una creciente aversión de multilaterales y empresas por la inestabilidad política del Perú.
📉 Resultado: Retroceso en ejecución de infraestructura, caída de inversión privada (especialmente extranjera) y menor crecimiento sostenido.
3. Judicialización de la política y politización de la justicia
PPK enfrenta desde 2019 un proceso por presunto lavado de activos, con pedido fiscal de 35 años de prisión. Su situación se convirtió en símbolo de una tendencia creciente en el Perú: la judicialización de la política como instrumento de sanción (o venganza) posterior al ejercicio del poder.
A su vez, la Corte Suprema no ha podido definir si puede salir de Lima por razones médicas, mostrando cómo la justicia peruana también queda atrapada en empates, dilaciones y conflictos de interpretación.
Paralelamente, el caso PPK se usó como justificación para procesar a otros expresidentes (Toledo, Humala, Castillo), normalizando la idea de que todo jefe de Estado termina judicializado en Perú.
⚠️ Resultado: Desconfianza pública en la justicia, politización de los fiscales, y un sistema que combina impunidad con excesiva exposición mediática de los procesos.
4. Pérdida de capital técnico y desprestigio de la tecnocracia
PPK simbolizaba el último bastión de la tecnocracia liberal post-Fujimori: fue exministro de Economía, presidente del BCR, banquero internacional, y asesor de organismos multilaterales. Su fracaso no solo debilitó su propia imagen, sino que generó un retroceso en la confianza pública hacia figuras “técnicas” como gestores políticos viables.
La narrativa cambió: si incluso el “mejor preparado” fue acusado de corrupción y cayó, ¿quién puede gobernar con credibilidad? Esto alimentó el ascenso de figuras populistas (como Pedro Castillo), y luego el retorno de sectores conservadores con alianzas como las de Boluarte con el Congreso.
📉 Resultado: Crisis de representatividad, anti-elitismo extendido y caída de perfiles meritocráticos en la administración pública.
¿Es PPK responsable o víctima de un sistema disfuncional?
La respuesta es compleja. PPK cometió errores graves de cálculo político, como subestimar el poder de Fuerza Popular, rodearse de operadores sin capital político, y no cortar vínculos dudosos con empresas relacionadas a Odebrecht. Pero también fue víctima de una arquitectura institucional que no protege la estabilidad presidencial y permite bloqueos parlamentarios sin control.
El Perú no ha logrado recuperarse del todo desde entonces. Su renuncia fue el primer eslabón de una cadena de breves presidencias, vacancias exprés, movilizaciones violentas y crisis de confianza. La crisis que comenzó en 2016 sigue, en 2025, sin una salida estructural.
Una herida que sigue abierta
PPK fue más que un presidente interrumpido: fue el catalizador de un ciclo de inestabilidad que ha convertido al Perú en un país donde la política se volvió un campo de batalla permanente. Sus errores son parte de la historia, pero también lo es la forma en que fue removido, y la cultura política que permitió —y sigue permitiendo— que los presidentes duren poco, las promesas se olviden rápido, y la justicia se mezcle con la revancha.
La sombra del 2016: una presidencia arrinconada
La victoria de Kuczynski en 2016 sobre Keiko Fujimori —por apenas 40,000 votos— generó un contexto político inédito: un presidente con escasa bancada propia, enfrentado a un Congreso con mayoría absoluta de Fuerza Popular. Desde el primer día, la confrontación fue abierta y progresiva: censuras a ministros, bloqueos de iniciativas legislativas, y finalmente, una moción de vacancia impulsada en diciembre de 2017, seguida de escándalos de supuesta compra de votos que lo obligaron a renunciar en marzo de 2018.
Ese desenlace, sostiene PPK, marcó “el inicio del deterioro institucional y de la polarización que se arrastra hasta hoy”.
“El fujimorismo aún mueve piezas”
Lejos de limitarse a reproches del pasado, Kuczynski denunció que el fujimorismo “sigue operando en las sombras” dentro del Ejecutivo actual. Apuntó directamente a la designación de Eduardo Arana como presidente del Consejo de Ministros, insinuando que se trató de una sugerencia directa de Fuerza Popular.
“El fujimorismo se lo pidió. Eso no lo decide la presidenta sola”, comentó, deslizando una influencia encubierta en la reciente recomposición del gabinete de Dina Boluarte, cuyo gobierno enfrenta múltiples cuestionamientos por su alianza con sectores conservadores y acusaciones de autoritarismo.
Keiko fuera de carrera, según PPK
De cara a las elecciones generales de 2026, el exmandatario fue tajante: Keiko Fujimori, tres veces candidata presidencial, no tendría oportunidad de alcanzar una cuarta segunda vuelta.
“No la veo con posibilidades. Todos los que han estado cerca del actual gobierno —Keiko, César Acuña— van a pagar el precio. El desgaste es evidente”, sostuvo.
El análisis de PPK se basa en el rechazo social acumulado hacia figuras políticas que han sido percibidas como aliadas, directa o indirectamente, de un Ejecutivo desacreditado por el manejo de la represión, la inseguridad y los escándalos de corrupción, como el caso ‘Rolexgate’ que involucró a la propia presidenta Boluarte.
El balance de una presidencia interrumpida
PPK fue elegido con la promesa de modernizar la economía, ampliar infraestructura y defender la institucionalidad democrática. Sin embargo, el enfrentamiento con el Congreso fujimorista, los vínculos con Odebrecht y su renuncia bajo presión, convirtieron su mandato en uno de los más breves y conflictivos de la historia democrática reciente.
Su reaparición pública parece más que una entrevista: es un intento de reivindicación política y personal, así como un mensaje para recordar que —en su visión— el país perdió rumbo cuando la política se convirtió en vendetta y cálculo electoral.