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La venganza política del pueblo, hacía los políticos, va más allá del rechazo electoral en las urnas al momento de elegir a su candidato. El resentimiento acumulado por largos años de malos gobiernos ha ocasionado en el corazón del electorado nacional un sentimiento de rechazo mayoritario a la clase política tradicional. El electorado impedido de encontrar un método para enrostrarle su enojo a esa casta dirigencial, ha decidido, a mi entender, castigar a la clase política con el látigo de su indiferencia.
No hay un acuerdo previo, ni ningún colectivo que haya motivado u organizado al pueblo elector para asumir esta posición que tiene en ascuas y con los nervios de punta a todos los candidatos, partidos y movimientos políticos que buscan encumbrarse en la Presidencia de la República e instalar sus representantes en el Congreso Nacional el próximo 10 de abril.
Hay un 19% de electores que se resisten firmemente a expresar su intención de voto para las próximas elecciones. Así como un 9% de voto en blanco y 5 % de voto viciado. Sumando estas cifras da un total de 33% de electores que simplemente no quieren saber nada, al menos por el momento, de elecciones, ni candidatos. Cifra superior a la que ostenta la candidata máxima que lidera las encuestas de opinión.
Este bloque de voto indiferente será la espada de Damocles que se mantendrá hasta el día de las elecciones. Y conservará viva la inseguridad de todos los candidatos y la clase política, pues será la que defina al final de cuentas, quien es el ganador de la lid electoral que se avecina. Este porcentaje que sería una especie de respuesta social, con ribetes de venganza subjetiva, se mantiene fuertemente, salvo ligeras variantes entre una y otra empresa encuestadora, desde que se realizó el primera sondeo de opinión electoral.
Lo que la clase política no quiere entender es que tiene que cambiar sus métodos de comunicación con el pueblo y mejorar el comportamiento ético y moral de sus representantes. Así como renovar sus cuadros periódicamente, pues existen representantes que ya tienen en el congreso casi 25 años y eso es inadmisible para intentar fortalecer o enriquecer un sistema democrático. Hay muchos antiguos luchadores que se recienten o se resisten a la renovación, pues creen que es una especie de traición no considerarlos en una nueva elección. Podrían dejar de ser congresistas y pasar a la función de asesores congresales de la sangre nueva para unir juventud y experiencia en búsqueda de la excelencia política.
Mientras nada mejore en el ejercicio político el cisma y la indiferencia del pueblo hacia la política nacional irá en aumento, así como sus muestras de rechazo y hasta desprecio.
A la clase política no le quedará más que alistar su arsenal de ansiolíticos y tratar de asimilar la indiferencia popular empecinada en no mostrar su intención de voto hasta el último minuto. Tendrán que asimilar el castigo sicológico, que la masa empoderada ejerza hacia ellos como respuesta refleja y automática hacia su mal comportamiento en el ejercicio del poder. El pueblo es muy sensible aunque no parezca, es muy vengativo y sabe azotar dónde más duele. Hasta mañana mis amigos de Primera.
