EL PUEBLO ES UNA BOMBA DE TIEMPO

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Lamentablemente las sucesivas elecciones generales que hemos tenido en el Perú en los últimos 35 años no han sido garantía de un cambio saludable para la gran mayoría de peruanos. Prueba de ello es el dramático examen que nos está tomando la mortal pandemia del covid 19, que simplemente ha servido para correr el biombo y ver el famélico estado en que se encuentra nuestro sistema de salud a nivel nacional.

No es dable que un país como el Perú, que ha sido reconocido como la mejor economía de Sudamérica en los últimos 10 años, no tenga la capacidad para darle las condiciones mínimas de salud a sus habitantes. 

Tenemos carencias dramáticas tan básicas como la falta de oxígeno. Y una de las causas que han provocado este desabastecimiento, es que un grupo empresarial miserable y traidor a la patria, compró legisladores para que sacaran una ley de producción de este elemento medico vital a la medida de sus intereses. Ley que en su reglamentación señalaba que en el país solo se podía producir oxígeno de 97% y 99% de pureza, para que nadie más pudiera entrar al negocio, y de esta manera tener el monopolio para llenarse los bolsillos de dinero a costa de la salud y de la vida de los peruanos más desposeídos. Lo indignante de esto último es que el oxígeno de 93% de pureza funciona perfectamente para atender las necesidades de los enfermos. Este acto criminal no debe ser olvidado, ni pasado por alto, a más tardar cuando la pandemia disminuya, deben ser investigados, denunciados y condenados todos los responsables de este atroz monopolio que ha cobrado miles de vidas de compatriotas. Teniendo que llegar a la vergonzosa experiencia de pedir oxígeno a Chile y Ecuador.

La pandemia del covid-19 ha mostrado que no tenemos capacidad hospitalaria de internamiento aceptable ni para el 5% de nuestra población y ni siquiera tenemos cobertura del 0.01% en camas UCI para nuestro pueblo. Saben cuántas camas UCI tenemos en uso en este momento 2,500, muchas de ellas improvisadas a medias. Dios nos libre de una tercera ola o una nueva pandemia, porque los efectos serían devastadores.

Lo cierto es que las mejoras en los indicadores económicos no van de acuerdo con la realidad. Nuestras cifras en azul y creciendo que solían mostrar el Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco Central de Reserva del Perú, no nos han servido de nada. La realidad en las calles es otra, es totalmente opuesta a los indicadores de los observadores económicos. Ni bien la pandemia dé una tregua se debe exigir una auditoría general de los fondos públicos, en qué se ha estado gastando todos estos años y quiénes se han estado llevando la plata en contenedores.

Dónde está la bonanza económica que figuraba en las cifras, que fue del chorreo y quiénes son los que han llenado sus arcas con el dinero del pueblo, con los ingresos generados por la riqueza minera del país, donde están los miles de millones de soles en impuestos recaudados por nuestras exportaciones, turismo, ventas y consumo de todas estas décadas de estabilidad económica, dónde están y en qué se han malgastado, sino tenemos los servicios mínimos para defendernos de este virus maldito.

El nuevo coronavirus también le ha levantado la falda al Estado para dejar ver que el sistema educativo está casi a la par que el de salud. No hubo una proyección mínima para la educación digital a distancia, a ningún funcionario y especialista en educación moderna se le ocurrió pensar siquiera que en algún momento los estudiantes peruanos tendrían que tomar clases por internet. O es que vivimos en un huevo de dinosaurio y no somos capaces de adelantarnos mínimamente al futuro, o por lo menos copiar lo que hacen los países desarrollados.

Es que lamentablemente buena parte de los funcionarios del Estado se desarrollan bajo el hueveo profesional, se la pasaban viajando y tomando todos los cursos habidos y por haber financiados por sus instituciones respectivas -.basadas en la argolla y el amiguismo-, y una vez que sus currículos estuvieron bien nutridos, a la primera oportunidad se fueron del país o al sector privado, sin devolver efectivamente nada de lo que la Nación les dio.

Volviendo al tema político, ahora quién o qué entidad nos garantiza que el próximo presidente y gobierno sea un cambio verdadero para mejor. El próximo mandatario debe estar preparado para no defraudar a la mayoría, la advertencia ya se lanzó cuando la juventud salió a las calles para sacar de una sonora patada en el poto al angurriento ex presidente Manuel Merino, sin miedo a la pandemia, a riesgo de contagiarse de muerte, y sin temor alguno de enfrentarse a los gases, palos y chorros de agua de la policía.

El próximo presidente debe caminar firme, rápido y derecho, debe dar pasos certeros, porque al primer traspiés, corre el riesgo de provocar un levantamiento civil nunca antes visto. El pueblo está altamente estresado por el encierro, el miedo a esta mortal enfermedad, por el desempleo y por todos los problemas económicos que afronta todos los días, entonces solo le falta una chispa para que se encienda la mecha de toda esa ira y frustración acumulada, y hacer estallar una bomba en las manos del nuevo inquilino de Palacio de Gobierno. Guerra avisada no tumba presidente. Hasta la próxima semana mis amigos de Primera.

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